jueves, 8 de enero de 2009

aqui me quedo

Bendita sea la confusión si me distrae de mi estómago, bendito el dolor agudo si hace imperceptible el latir de mi hígado, bendito el eclipse de mis sentidos si eclipsa también mi corazón, bendita sea incluso la muerte si relaja mis esfínteres y el comienzo del mal olor sucede al alivio de toda mi visceralidad. Las furias, también benditas, que no se detengan a mirar el paisaje que devastan y continúen implacables su labor de destrucción, que se haga el milagro de la lluvia, o el milagro de la canción. Que todo se componga ideal para el baile de las almas condenadas a la inexorable necesidad de respirar a cada paso, a cada vuelta, sosteniendo asustadas sobre hombros temblorosos, el hálito que las mantiene en la desdicha. Sin descanso, sin final, arrastrando sus pies descalzos por la duna de arena que recoge lágrimas, sudor o gotas de lluvia con que refrescar a sus negros alacranes. Que sea este mi lugar en el mundo, y esta mi suerte por haber sido contemplado por los buenos idus que no podían callar y dejar de mentar peces y voluntades torcidas, un futuro por asistir. Debí ser animal errado, hijo de bestia ciega que sometió mi destino a la servidumbre de otros, venganza de los dioses, como el Minotauro, como la bestia que alumbró Clodia, como el amor y el deseo. Que a pesar de su encuentro con su verdadero embrión, de sus privilegios y de todo el amor y el placer de que era capaz suspendido durante horas en el útero de Aholibah, su disgusto por el mundo seguía intacto convenciéndolo de que no debía existir felicidad para él, más acá de la muerte. - ¿Qué sucede entre mis iluminaciones? ¿Cuál es la consistencia que conforma la base de mi ser que impriman exageradas veleidades?¡Dejadme! ¡Dejadme expirar! O soñar para siempre con otros actos y conducirme en la consecución de deseos más amables, navegar desnudo por el río lleno de peligros convertidos en balsámicos lechos de amor; todos sus remolinos, que me arrastren hasta el fondo y me devuelvan a placer, que me hunda por sorpresa en sus pozos incontables horas otorgándome el impagable don de la respiración subfluvial, todos sus monstruos que me amenacen y me acechen suscitando en mí los miedos más acervos a los que me entregaré soliviantado, que me devoren si lo desean... mi amor quiere ser infinito y traspasar los límites del deseo, rodear con su hálito las montañas, mecer con su influjo los bosques latiendo al compás del mundo; poder lo mismo correr por senderos y paisajes conocidos que me vieron crecer, que replegarme sobre mí en esta recreación de úteros amables.-

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